jueves, 1 de diciembre de 2016

Nimb y Tagg - Primera Parte


Nimb y Tagg. 

Primera Parte.

Tan pronto vio que el centinela se aproximaba, Tagg se agazapó junto a uno de los carruajes y se quedó inmóvil, conteniendo la respiración. Aunque estaba a varias decenas de metros de allí, Nimb hizo lo mismo y observó al centinela acercarse, dar un rodeo y luego alejarse nuevamente.

Enseguida pudo ver el tenue hálito de Tagg salir de su boca en medio de la helada noche. Nimb seguía convencido de que esta era una pésima idea, pero Tagg había empezado a deslizarse a hurtadillas hacia un montón de cajas con provisiones, aprovechando que la ronda del centinela se alejaba unos cuantos metros de allí.

Nimb se acercó entonces lo más que pudo a su hermano y le hizo una seña pidiéndole que se largaran de ahí. Pero los ojos de Tagg brillaron con ese pequeño fulgor que había antecedido  muchas otras desgracias para los dos y con una negativa se adentró más en el enorme campamento. Nimb se restregó la cara con desazón, pero de inmediato siguió a Tagg rogando que esta vez su genial idea no le costara la vida a ninguno de los dos.

Las dos pequeñas siluetas se siguieron escabullendo en medio de las tinieblas de la noche, jugándose la vida a cada paso hasta que la gran cantidad de fogatas y faroles les dejó casi sin sombras para ocultarse. Nimb observó apoyado sobre el hombro de Tagg y se quedó sin aliento cuando observó la gran cantidad de guerreros que hacían vigilia alrededor de los pabellones donde estaban asentadas las enormes tiendas de los oficiales y nobles de alto rango, las cuales estaban estratégicamente ubicadas en un montículo que sobresalía varios metros sobre el resto de la explanada.

-Pero que cantidad de mentecatos - susurró con enojo Tagg -Si en verdad mañana tienen una batalla ¿Es que no piensan irse a dormir?

Nimb, con la boca abierta de par en par, solo pudo emitir un apesadumbrado gemido de temor, mientras atenazaba los hombros de su hermano con todas sus fuerzas.

-¿Acaso me vas a romper la capa atarantado?- le reprendió Tagg. -Y cierra la boca que me estás babeando.

Al ver que Nimb no respondía, Tagg se giró levemente y le tomó por la solapa susurrándole: -Tranquilo gallina, solo tenemos que esperar a que se duerman y entramos como rata a su alcantarilla. Entretanto aprovechamos para comer algo.

Recuperando el aliento, Nimb le replicó: -¿Qué se duerman dices, insensato? ¿Tu plan es esperar a que se duerman para entrar?

-Claro- respondió Tagg con la seguridad que le caracterizaba.

- Son elfos - dijo Nimb con cara de tragedia – Se supone que ellos no duermen.
Tagg se quedó mirándolo incrédulo durante un momento.

-¿Cómo que no duermen?

-Nunca lo hacen – respondió Nimb cuyo terror empezaba a convertirse en furia.

-Eso no es cierto Nimb- dijo sonriendo nerviosamente Tagg -¿Quién te lo dijo?

-Uno de ellos, idiota…. me lo dijo uno de ellos que se alojó una vez en la posada de papá. No duermen, solo meditan un rato y ya.

Tagg cruzó un brazo, posó una mano sobre su barbilla y torció la boca, mirando hacia las tiendas de campaña con aire pensativo.

-Eso lo complica un poco… - dijo mientras su hermano deseaba haber sido hijo único.

En ese instante Nimb vio como una patrulla de exploradores llegaba desde el bosque y se ubicaba en la parte oscura del campamento que les había servido a los dos halflings para ocultarse y entrar hasta donde estaban.

Todos los exploradores se quitaron el carcaj y el arco, algunos encendieron las fogatas y otros empezaron a preparar algo de comer, mientras el resto escanciaba un poco de vino.

-Ahora si que la has hecho Tagg, acaban de cerrarnos el único paso de salida que teníamos.- dijo Nimb, cada vez más desesperado.

Tagg miró en la dirección donde estaban los exploradores con sus fogatas y susurró con voz
temblorosa. -No solo nos cerraron el paso…. uno de ellos viene hacia aquí.

Después de una pequeña y breve paliza, Tagg y Nimb eran conducidos por los exploradores élficos, atados de las manos y del cuello.

- Bien rapazuelos, ahora tendréis que dar cuenta de vuestra presencia en este campamento, ocultos en las sombras con quien sabe qué intenciones. -Les dijo con tono grave Telerias el Maestro Explorador.

-Tal vez si confesáis pronto no os torturen demasiado y os den una muerte piadosa.

Tagg no supo que le asustó más, si las palabras del elfo o la mirada que le lanzó Nimb al escucharlas, así que bajó su cabeza y trató de empezar a pensar en una manera de salir con vida del embrollo.

Los condujeron a una de las adornadas tiendas de campaña, Telerias se acercó al Jefe de Guardia y con un saludo marcial, le pidió que anunciara su presencia y la de sus prisioneros a los nobles. El guardia miró a los magullados halflings, miró de nuevo a Telerias y se disponía a anunciarlos, pero se le adelantó una poderosa voz desde el interior de la tienda:

-Pasad maestro explorador… pasad con los medianos.

Nimb y Tagg miraron hacia todas partes para ver desde donde los observaban, pero solo vieron las sombras de la noche. Telerias entró y haló con fuerza las cuerdas que los ataban, haciendo que ambos dieran un brinquito hacia adelante.

Una vez dentro, los halflings se vieron en una espaciosa, cómoda y hermosamente iluminada estancia, con suaves y tranquilizantes aromas que jamás habían conocido.

Tres elfos y dos elfas de aspecto muy distinguido estaban sentados frente a ellos, fijas las miradas en los dos hermanos, sin un solo parpadeo, como si estuvieran leyendo hasta sus más recónditos pensamientos.

Nimb estaba maravillado con la opulencia del lugar y sus ocupantes, ya empezaba a ordenar en su mente un saludo amable y refinado, cuando su hermano Tagg, quien acostumbraba hablar y luego pensar dijo en tono amenazante:

- ¡Secuestradores! Impíos invasores de granjas, ¿qué van a hacer con nosotros?, ¿desaparecernos como han hecho con otros compatriotas?

Las mejillas de Nimb se tornaron de un color rojo más intenso que el de los tomates que su abuela cosechaba en el patio trasero de la posada y tuvo que guardarse su saludo para otra ocasión, que seguramente no llegaría, pues de seguro ahora sí que los iban a matar, o algo peor.

Los elfos varones no trataron de ocultar su molestia con las palabras de Tagg y la elfa de trenzas doradas los miró impasible, pero la que tenía el negro cabello suelto y los ojos chispeantes, esbozó una sonrisa de simpatía que le devolvió el habla a Nimb, quien de inmediato trató de remediar el desastre causado por su hermano, como siempre lo hacía desde que eran muy niños.

- Distinguidos y poderosos Nobles de las Lejanas Provincias Élficas, les pido que por favor disculpen a mi hermano el bocón, ya que no hay maldad en sus palabras, solo está un poco aturdido por la amable paliza que su respetado explorador aquí presente nos ha dado, eso sí, con la cortesía que el caso amerita.

Telerias torció la boca y le pegó un leve tironcito a la cuerda que Nimb tenía atada al cuello.

-¿Y qué esperabais? Habéis sido sorprendidos espiando en nuestro campamento de guerra en la medianoche del día anterior a una gran batalla.- Dijo el elfo de túnica azul que tenía una brillante daga en su cinto. –Ese solo hecho debería ser causal de ejecución para vosotros dos, en estos tiempos de guerra.

Nimb iba a replicar algo, pero el elfo de manto oscuro lanzó una demanda con tono amenazante:

-Vuestros nombres y vuestras intenciones, decidlos en el acto y cuidaos de mentirme, porque ese será el sello definitivo de vuestra condena.

- En los tiempos de mi padre era costumbre que el extranjero fuera quien se presentara al llegar a una propiedad ajena, no que el dueño de casa se le presentara, bajo amenaza de muerte.- Dijo el orgulloso Tagg, estirando el cuello y sacando el pecho lo más que pudo, para mostrar su ofendida dignidad.

Los penetrantes ojos del elfo de manto oscuro brillaron de manera terrorífica y Nimb juraría que el aire de la estancia empezó a congelarse con esa gélida mirada, hasta el punto de convertir en escarcha el sudor que le empezaba a recorrer la frente. Pero de nuevo la elfa de cabello oscuro, cuya sonrisa de simpatía era cada vez más amplia, habló de nuevo con voz que parecía música.

-Sireneeth eb Antaris es mi nombre, ilustres medianos, que en nuestra lengua significa “arroyo de agua sagrada” y debo daros la razón pues somos conscientes de que estos hermosos valles son vuestra patria y nosotros, solo somos visitantes de tierras lejanas.

-Nimbardo y Tagliano Casacagris, señora. Esos son nuestros nombres. Preocupación e incertidumbre, esos son nuestros motivos. – Se apresuró a decir el lúcido Nimb haciendo un gracioso ademán, mientras miraba de lado a Tagg y le abría los ojos desmesuradamente, para que lo imitara. Tagg imito pésimamente y con desgana el ademán de su hermano, pero al menos se quedó callado, cosa que Nimb agradeció.

-Decidme señores Casacagris, ¿Cuál es el motivo de vuestra preocupación e incertidumbre?- dijo Sireneeth.

-La desaparición forzosa de nuestro héroe nacional de quien soy el más fiel seguidor y según creo, su más cercano amigo, Dredilio Sonante, más conocido como Dred El Cantor, en cuyo rapto sin duda ustedes, “señores” tienen todo que ver.- Afirmó Tagg en tono retador.

-Dred no ha desaparecido.- dijo el elfo de túnica azul y brillante daga.- Solamente ha sido “requerido” pues presta sus servicios a nuestra causa, la cual creedme, es la vuestra también.

-¿El inigualable Dred, aliado con ustedes, extranjeros descorteses? - Cuestionó Tagg – Al menos miéntanos con respeto “señor”.

Nimb le rogó a Tagg que se callara un momento para escuchar la explicación que creía que venía, pero el elfo de manto oscuro intervino de nuevo con malicia.

- Así que, según vosotros, no sois espías. Solo preocupados por un Bardo desafinado.

Los ojos de Tagg se encendieron como tizones y las mejillas se le enrojecieron mientras torcía la boca hacia un lado y le brincaba el ojo izquierdo con un tic furibundo.

- ¿Desafinado?, ¿desafinado dijo?

Telerias tuvo que sostener la cuerda con fuerza para detener el paso que el pequeño Tagg intentó dar hacia el agraviante, quien esbozó una sonrisa al ver que el disimulado insulto había surtido efecto.

Nimb, aunque ofendido también, respondió tolerantemente:

-Aunque los respetados señores no gusten de nuestro folclor, sin duda entenderán lo preocupante que es para nuestra gente la desaparición de uno de nuestros más queridos miembros, tan solo un par de días después de la misteriosa llegada de sus señorías. Más aún cuando han pasado dos semanas sin que nadie tenga noticias de él.

Sireneeth miró con reproche al Noble de oscuro manto y trató de desagraviar a los dos prisioneros.

-Me disculpo con vosotros por las palabras de nuestro ilustre Archimago. Y he de deciros con toda sinceridad que Dred Sonante, sin duda, posee un talento que no he conocido en ningún otro artista, incluyendo a los mejores de nuestra raza.

Tagg sonrió satisfecho, arqueó una ceja y le lanzó una mirada de triunfo al Archimago de oscuro manto, el cual le devolvió una sarcástica sonrisa que le hubiera quitado la paz a cualquier mortal con sentido común, pero afortunadamente Tagg de eso tenía bien poco.

Nimb estaba confundido y como no entendía lo que estaba pasando, no halló más remedio que expresar su duda.

- Bien, si los respetados señores dicen que Dred está bien y que trabaja con ustedes, debemos confiar en su palabra, pero si no es mucha impertinencia de mi parte, quisiera saber en qué le puede servir a la campaña de guerra de tan impresionante ejército, la música de un bardo, por buena que esta sea.

- En formas que no os imagináis y que de todas maneras no son de vuestra incumbencia.- Dijo el ácido Archimago. -Y creo que con eso debería terminar esta “inesperada” entrevista.

-Vuestra descortesía es innecesaria señor Lechmaran, pues he visto las almas de nuestros visitantes y son tan puras, como sinceras son sus intenciones.- intervino Sireneeth. – Al menos deben saber por qué estamos aquí, en su hogar.

Los otros cuatro nobles la miraron un momento y luego voltearon hacia donde estaban los halflings.
Nimb y Tagg notaron de inmediato la sombría expresión que se había apoderado del rostro de todos los elfos, borrando incluso la amable sonrisa de Sireneeth.

Por primera vez el silencioso elfo que estaba sentado en el centro, delante de una soberbia armadura con visos de color aguamarina, habló.

-Una traición sin nombre ha sido cometida. Una traición contra todas las razas libres de este mundo, contra toda vida que exista. Nuestra raza ha mantenido cerradas las antiguas puertas que habrían paso al plano en que existimos, ningún horror de los que existe fuera de aquí puede entrar. Pero alguien, fuera de toda razón, ha revivido antiguos cultos impíos y ha conseguido que “algo” entre a nuestra realidad. Algo con lo que nadie ha sido capaz de lidiar, inmune a toda fuerza, inmune a toda magia, inmune a toda creencia que los seres de este mundo puedan conocer.

Nimb y Tagg oían boquiabiertos, pero todos los elfos presentes también lo hacían, pues aunque eran conscientes de lo que pasaba, el solo hecho de escucharlo lo hacía insoportablemente real. Hacía necesario aceptar lo inaceptable.

Nimb se repuso al pesado silencio y preguntó:

–¿Algo?… ¿que es ese “algo”?.

Después de una pausa que pareció eterna el Archimago Lechmaran respondió:

-Destrucción pura… caos absoluto e irrefrenable. La antítesis de cualquier forma de existencia… el fin de todo lo que somos y todo lo que amamos… todo.

El silencio absoluto por unos instantes. Tagg preguntó.

-¿Inmune a todo? ¿En verdad es eso posible?

-Eso creíamos. Dijo Sireneeth. Llevamos una centuria luchando contra esa Entidad, aliados con todo reino y raza de este mundo. Pero nada… hasta que conocimos a Dred.

Nimb y Tagg levantaron la mirada del suelo y miraron a la elfa expectantes, hasta el límite. Una pausa más y ella continuó:

-Vuestro compatriota Dred es un narrador de épicas gestas de la antigüedad, su capacidad de recrear hechos ya olvidados por todos con gran precisión, es una de sus virtudes, pues para lograrlo recurre a todo tipo de fuentes, ya sean escritas u orales. Su búsqueda de hechos antiguos para componer sus baladas le llevó, de una manera que aún no entendemos, a descubrir algunas palabras de un lenguaje primigenio... un lenguaje que nunca fue pronunciado por ningún ser vivo… un lenguaje que no se habla… se canta. Se canta con unas condiciones musicales que escapan a cualquier sentido estético de cualquier raza de este mundo, pues su origen se remonta a tiempos más allá del tiempo, previo al nacimiento de este, nuestro universo. Sonidos que crearon mundos.

-Palabras de Creación, sagradas e intemporales, herencia de las fuerzas que nos dieron origen, a todos y a todo. – Agregó el noble de túnica azul.

- Y vuestro bardo, en una venturosa casualidad que no logro explicarme, consiguió tejer un compás. Un simple compás de una sinfonía creadora. – Acotó el Archimago.

-Compás que fue capaz de darnos nuestra primera y única victoria en esta guerra contra un enemigo que creíamos indestructible. –dijo Sireneeth con su sonrisa nuevamente iluminada por la luz de la esperanza.

-La música que interpretó Dredilio Sonante… hizo llorar al Devastador. Le hizo retroceder en su avance imparable por primera vez desde que se manifestó hace más de una centuria.- Finalizó el noble elfo que se sentaba en el centro de todos los demás.

Tras un momento de típica reflexión halfling, Tagg exclamó entusiasmado:

-Así que, después de todo, sí tenemos un arma. Un arma manejada por nuestro héroe nacional, el halfling más ilustre y máximo representante de la música que tan poco gusta a su señoría el Archimago, quien por cierto, lo considera “desafinado”.

Lechmaran tuvo que morderse los labios y soportar la burla del ahora exultante Tagg, pero se repuso y agregó:

-Si, así era hasta hace poco. Dado que el extraño y único instrumento mágico que el bardo utilizó para conjurar las Palabras Creadoras, fue destruido por el mismo Dred cuando las fuerzas demoníacas se apoderaron de él… y sin ese instrumento, no es capaz de recrear el Compás. Incluso la más básica de las notas le es imposible. El bardo ya no existiría si nuestros mejores sabios no hubieran logrado recuperarlo de la demencia en que lo hizo caer el Devastador. Olvidó por completo como le atacó el enemigo y todo lo que hizo bajo su influencia, incluso los días previos. Nos descuidamos y ahora… es demasiado tarde.

Nimb entendió en ese momento que los elfos que raptaron a Dred no pretendían lastimarlo. Buscaban liberarlo de la posesión de la que era víctima. Por eso se había comportado tan extraño los últimos días en que fue visto… pero ¿quién iba a saberlo? Por supuesto los halflings no lo sabían, pues el mundo estaba casi a punto de extinguirse y ellos acababan de enterarse.

Nimb solo pudo reflexionar en voz alta:

- Entonces… está todo perdido. El instrumento mágico de Dred no existe y mañana, es decir hoy, deberéis enfrentar al poderoso enemigo… desarmados.

El diagnóstico era preciso, por lo tanto nadie agregó ningún comentario, quedando la estancia de nuevo en silencio. Solo se oía de fondo la música melancólica de las primeras aves cantoras que anuncian el amanecer, tal vez por última vez en esas tierras. Todos en silencio… menos Tagg.

-Tal vez, eso no sea cierto del todo.

Las miradas de todos los elfos y el halfling presentes se levantaron de súbito y se posaron expectantes sobre el hermano bocón.


Esta historia… continuará.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Relatos Cortos

¡Saludos viajero!

Dentro de mis actividades lúdicas he tenido que escribir algunos relatos cortos, relacionados con los Hobbies de Wargames o Juegos de Rol.
Publicaré aqui algunos de esos relatos, espero les gusten.