Nimb y Tagg.
Primera Parte.
Tan pronto vio que el centinela se aproximaba, Tagg se
agazapó junto a uno de los carruajes y se quedó inmóvil, conteniendo la
respiración. Aunque estaba a varias decenas de metros de allí, Nimb hizo lo
mismo y observó al centinela acercarse, dar un rodeo y luego alejarse
nuevamente.
Enseguida pudo ver el tenue hálito de Tagg salir de su boca
en medio de la helada noche. Nimb seguía convencido de que esta era una pésima
idea, pero Tagg había empezado a deslizarse a hurtadillas hacia un montón de
cajas con provisiones, aprovechando que la ronda del centinela se alejaba unos
cuantos metros de allí.
Nimb se acercó entonces lo más que pudo a su hermano y le
hizo una seña pidiéndole que se largaran de ahí. Pero los ojos de Tagg
brillaron con ese pequeño fulgor que había antecedido muchas otras desgracias para los dos y con una
negativa se adentró más en el enorme campamento. Nimb se restregó la cara con desazón, pero de inmediato siguió
a Tagg rogando que esta vez su genial idea no le costara la vida a ninguno de
los dos.
Las dos pequeñas siluetas se siguieron escabullendo en medio
de las tinieblas de la noche, jugándose la vida a cada paso hasta que la gran
cantidad de fogatas y faroles les dejó casi sin sombras para ocultarse. Nimb
observó apoyado sobre el hombro de Tagg y se quedó sin aliento cuando observó
la gran cantidad de guerreros que hacían vigilia alrededor de los pabellones
donde estaban asentadas las enormes tiendas de los oficiales y nobles de alto
rango, las cuales estaban estratégicamente ubicadas en un montículo que
sobresalía varios metros sobre el resto de la explanada.
-Pero que cantidad de mentecatos - susurró con enojo Tagg
-Si en verdad mañana tienen una batalla ¿Es que no piensan irse a dormir?
Nimb, con la boca abierta de par en par, solo pudo emitir un
apesadumbrado gemido de temor, mientras atenazaba los hombros de su hermano con
todas sus fuerzas.
-¿Acaso me vas a romper la capa atarantado?- le reprendió
Tagg. -Y cierra la boca que me estás babeando.
Al ver que Nimb no respondía, Tagg se giró levemente y le
tomó por la solapa susurrándole: -Tranquilo gallina, solo tenemos que esperar a
que se duerman y entramos como rata a su alcantarilla. Entretanto aprovechamos
para comer algo.
Recuperando el aliento, Nimb le replicó: -¿Qué se duerman
dices, insensato? ¿Tu plan es esperar a que se duerman para entrar?
-Claro- respondió Tagg con la seguridad que le caracterizaba.
- Son elfos - dijo Nimb con cara de tragedia – Se supone que
ellos no duermen.
Tagg se quedó mirándolo incrédulo durante un momento.
-¿Cómo que no duermen?
-Nunca lo hacen – respondió Nimb cuyo terror empezaba a
convertirse en furia.
-Eso no es cierto Nimb- dijo sonriendo nerviosamente Tagg
-¿Quién te lo dijo?
-Uno de ellos, idiota…. me lo dijo uno de ellos que se alojó
una vez en la posada de papá. No duermen, solo meditan un rato y ya.
Tagg cruzó un brazo, posó una mano sobre su barbilla y
torció la boca, mirando hacia las tiendas de campaña con aire pensativo.
-Eso lo complica un poco… - dijo mientras su hermano deseaba
haber sido hijo único.
En ese instante Nimb vio como una patrulla de exploradores llegaba
desde el bosque y se ubicaba en la parte oscura del campamento que les había
servido a los dos halflings para ocultarse y entrar hasta donde estaban.
Todos los exploradores se quitaron el carcaj y el arco,
algunos encendieron las fogatas y otros empezaron a preparar algo de comer,
mientras el resto escanciaba un poco de vino.
-Ahora si que la has hecho Tagg, acaban de cerrarnos el
único paso de salida que teníamos.- dijo Nimb, cada vez más desesperado.
Tagg miró en la dirección donde estaban los exploradores con
sus fogatas y susurró con voz
temblorosa. -No solo nos cerraron el paso…. uno de ellos
viene hacia aquí.
Después de una pequeña y breve paliza, Tagg y Nimb eran
conducidos por los exploradores élficos, atados de las manos y del cuello.
- Bien rapazuelos, ahora tendréis que dar cuenta de vuestra
presencia en este campamento, ocultos en las sombras con quien sabe qué
intenciones. -Les dijo con tono grave Telerias el Maestro Explorador.
-Tal vez si confesáis pronto no os torturen demasiado y os
den una muerte piadosa.
Tagg no supo que le asustó más, si las palabras del elfo o
la mirada que le lanzó Nimb al escucharlas, así que bajó su cabeza y trató de
empezar a pensar en una manera de salir con vida del embrollo.
Los condujeron a una de las adornadas tiendas de campaña,
Telerias se acercó al Jefe de Guardia y con un saludo marcial, le pidió que
anunciara su presencia y la de sus prisioneros a los nobles. El guardia miró a los magullados halflings, miró de nuevo a
Telerias y se disponía a anunciarlos, pero se le adelantó una poderosa voz
desde el interior de la tienda:
-Pasad maestro explorador… pasad con los medianos.
Nimb y Tagg miraron hacia todas partes para ver desde donde
los observaban, pero solo vieron las sombras de la noche. Telerias entró y haló
con fuerza las cuerdas que los ataban, haciendo que ambos dieran un brinquito
hacia adelante.
Una vez dentro, los halflings se vieron en una espaciosa,
cómoda y hermosamente iluminada estancia, con suaves y tranquilizantes aromas
que jamás habían conocido.
Tres elfos y dos elfas de aspecto muy distinguido estaban
sentados frente a ellos, fijas las miradas en los dos hermanos, sin un solo
parpadeo, como si estuvieran leyendo hasta sus más recónditos pensamientos.
Nimb estaba maravillado con la opulencia del lugar y sus
ocupantes, ya empezaba a ordenar en su mente un saludo amable y refinado,
cuando su hermano Tagg, quien acostumbraba hablar y luego pensar dijo en tono
amenazante:
- ¡Secuestradores! Impíos invasores de granjas, ¿qué van a
hacer con nosotros?, ¿desaparecernos como han hecho con otros compatriotas?
Las mejillas de Nimb se tornaron de un color rojo más intenso
que el de los tomates que su abuela cosechaba en el patio trasero de la posada
y tuvo que guardarse su saludo para otra ocasión, que seguramente no llegaría,
pues de seguro ahora sí que los iban a matar, o algo peor.
Los elfos varones no trataron de ocultar su molestia con las
palabras de Tagg y la elfa de trenzas doradas los miró impasible, pero la que
tenía el negro cabello suelto y los ojos chispeantes, esbozó una sonrisa de simpatía
que le devolvió el habla a Nimb, quien de inmediato trató de remediar el
desastre causado por su hermano, como siempre lo hacía desde que eran muy
niños.
- Distinguidos y poderosos Nobles de las Lejanas Provincias
Élficas, les pido que por favor disculpen a mi hermano el bocón, ya que no hay
maldad en sus palabras, solo está un poco aturdido por la amable paliza que su
respetado explorador aquí presente nos ha dado, eso sí, con la cortesía que el
caso amerita.
Telerias torció la boca y le pegó un leve tironcito a la cuerda
que Nimb tenía atada al cuello.
-¿Y qué esperabais? Habéis sido sorprendidos espiando en
nuestro campamento de guerra en la medianoche del día anterior a una gran
batalla.- Dijo el elfo de túnica azul que tenía una brillante daga en su cinto.
–Ese solo hecho debería ser causal de ejecución para vosotros dos, en estos
tiempos de guerra.
Nimb iba a replicar algo, pero el elfo de manto oscuro lanzó
una demanda con tono amenazante:
-Vuestros nombres y vuestras intenciones, decidlos en el
acto y cuidaos de mentirme, porque ese será el sello definitivo de vuestra
condena.
- En los tiempos de mi padre era costumbre que el extranjero
fuera quien se presentara al llegar a una propiedad ajena, no que el dueño de
casa se le presentara, bajo amenaza de muerte.- Dijo el orgulloso Tagg,
estirando el cuello y sacando el pecho lo más que pudo, para mostrar su
ofendida dignidad.
Los penetrantes ojos del elfo de manto oscuro brillaron de
manera terrorífica y Nimb juraría que el aire de la estancia empezó a
congelarse con esa gélida mirada, hasta el punto de convertir en escarcha el
sudor que le empezaba a recorrer la frente. Pero de nuevo la elfa de cabello
oscuro, cuya sonrisa de simpatía era cada vez más amplia, habló de nuevo con
voz que parecía música.
-Sireneeth eb Antaris es mi nombre, ilustres medianos, que
en nuestra lengua significa “arroyo de agua sagrada” y debo daros la razón pues
somos conscientes de que estos hermosos valles son vuestra patria y nosotros,
solo somos visitantes de tierras lejanas.
-Nimbardo y Tagliano Casacagris, señora. Esos son nuestros
nombres. Preocupación e incertidumbre, esos son nuestros motivos. – Se apresuró
a decir el lúcido Nimb haciendo un gracioso ademán, mientras miraba de lado a
Tagg y le abría los ojos desmesuradamente, para que lo imitara. Tagg imito
pésimamente y con desgana el ademán de su hermano, pero al menos se quedó
callado, cosa que Nimb agradeció.
-Decidme señores Casacagris, ¿Cuál es el motivo de vuestra
preocupación e incertidumbre?- dijo Sireneeth.
-La desaparición forzosa de nuestro héroe nacional de quien
soy el más fiel seguidor y según creo, su más cercano amigo, Dredilio Sonante,
más conocido como Dred El Cantor, en cuyo rapto sin duda ustedes, “señores”
tienen todo que ver.- Afirmó Tagg en tono retador.
-Dred no ha desaparecido.- dijo el elfo de túnica azul y
brillante daga.- Solamente ha sido “requerido” pues presta sus servicios a
nuestra causa, la cual creedme, es la vuestra también.
-¿El inigualable Dred, aliado con ustedes, extranjeros descorteses?
- Cuestionó Tagg – Al menos miéntanos con respeto “señor”.
Nimb le rogó a Tagg que se callara un momento para escuchar
la explicación que creía que venía, pero el elfo de manto oscuro intervino de
nuevo con malicia.
- Así que, según vosotros, no sois espías. Solo preocupados
por un Bardo desafinado.
Los ojos de Tagg se encendieron como tizones y las mejillas
se le enrojecieron mientras torcía la boca hacia un lado y le brincaba el ojo
izquierdo con un tic furibundo.
- ¿Desafinado?, ¿desafinado dijo?
Telerias tuvo que sostener la cuerda con fuerza para detener
el paso que el pequeño Tagg intentó dar hacia el agraviante, quien esbozó una
sonrisa al ver que el disimulado insulto había surtido efecto.
Nimb, aunque ofendido también, respondió tolerantemente:
-Aunque los respetados señores no gusten de nuestro folclor,
sin duda entenderán lo preocupante que es para nuestra gente la desaparición de
uno de nuestros más queridos miembros, tan solo un par de días después de la
misteriosa llegada de sus señorías. Más aún cuando han pasado dos semanas sin
que nadie tenga noticias de él.
Sireneeth miró con reproche al Noble de oscuro manto y trató
de desagraviar a los dos prisioneros.
-Me disculpo con vosotros por las palabras de nuestro ilustre
Archimago. Y he de deciros con toda sinceridad que Dred Sonante, sin duda,
posee un talento que no he conocido en ningún otro artista, incluyendo a los mejores
de nuestra raza.
Tagg sonrió satisfecho, arqueó una ceja y le lanzó una mirada
de triunfo al Archimago de oscuro manto, el cual le devolvió una sarcástica
sonrisa que le hubiera quitado la paz a cualquier mortal con sentido común, pero
afortunadamente Tagg de eso tenía bien poco.
Nimb estaba confundido y como no entendía lo que estaba
pasando, no halló más remedio que expresar su duda.
- Bien, si los respetados señores dicen que Dred está bien y
que trabaja con ustedes, debemos confiar en su palabra, pero si no es mucha
impertinencia de mi parte, quisiera saber en qué le puede servir a la campaña
de guerra de tan impresionante ejército, la música de un bardo, por buena que
esta sea.
- En formas que no os imagináis y que de todas maneras no
son de vuestra incumbencia.- Dijo el ácido Archimago. -Y creo que con eso
debería terminar esta “inesperada” entrevista.
-Vuestra descortesía es innecesaria señor Lechmaran, pues he
visto las almas de nuestros visitantes y son tan puras, como sinceras son sus
intenciones.- intervino Sireneeth. – Al menos deben saber por qué estamos aquí,
en su hogar.
Los otros cuatro nobles la miraron un momento y luego
voltearon hacia donde estaban los halflings.
Nimb y Tagg notaron de inmediato la sombría expresión que se
había apoderado del rostro de todos los elfos, borrando incluso la amable
sonrisa de Sireneeth.
Por primera vez el silencioso elfo que estaba sentado en el
centro, delante de una soberbia armadura con visos de color aguamarina, habló.
-Una traición sin nombre ha sido cometida. Una traición
contra todas las razas libres de este mundo, contra toda vida que exista.
Nuestra raza ha mantenido cerradas las antiguas puertas que habrían paso al
plano en que existimos, ningún horror de los que existe fuera de aquí puede
entrar. Pero alguien, fuera de toda razón, ha revivido antiguos cultos impíos y
ha conseguido que “algo” entre a nuestra realidad. Algo con lo que nadie ha
sido capaz de lidiar, inmune a toda fuerza, inmune a toda magia, inmune a toda
creencia que los seres de este mundo puedan conocer.
Nimb y Tagg oían boquiabiertos, pero todos los elfos
presentes también lo hacían, pues aunque eran conscientes de lo que pasaba, el
solo hecho de escucharlo lo hacía insoportablemente real. Hacía necesario
aceptar lo inaceptable.
Nimb se repuso al pesado silencio y preguntó:
–¿Algo?… ¿que es ese “algo”?.
Después de una pausa que pareció eterna el Archimago Lechmaran
respondió:
-Destrucción pura… caos absoluto e irrefrenable. La antítesis
de cualquier forma de existencia… el fin de todo lo que somos y todo lo que
amamos… todo.
El silencio absoluto por unos instantes. Tagg preguntó.
-¿Inmune a todo? ¿En verdad es eso posible?
-Eso creíamos. Dijo Sireneeth. Llevamos una centuria luchando
contra esa Entidad, aliados con todo reino y raza de este mundo. Pero nada…
hasta que conocimos a Dred.
Nimb y Tagg levantaron la mirada del suelo y miraron a la
elfa expectantes, hasta el límite. Una pausa más y ella continuó:
-Vuestro compatriota Dred es un narrador de épicas gestas de
la antigüedad, su capacidad de recrear hechos ya olvidados por todos con gran
precisión, es una de sus virtudes, pues para lograrlo recurre a todo tipo de
fuentes, ya sean escritas u orales. Su búsqueda de hechos antiguos para
componer sus baladas le llevó, de una manera que aún no entendemos, a descubrir
algunas palabras de un lenguaje primigenio... un lenguaje que nunca fue
pronunciado por ningún ser vivo… un lenguaje que no se habla… se canta. Se canta
con unas condiciones musicales que escapan a cualquier sentido estético de
cualquier raza de este mundo, pues su origen se remonta a tiempos más allá del
tiempo, previo al nacimiento de este, nuestro universo. Sonidos que crearon
mundos.
-Palabras de Creación, sagradas e intemporales, herencia de
las fuerzas que nos dieron origen, a todos y a todo. – Agregó el noble de
túnica azul.
- Y vuestro bardo, en una venturosa casualidad que no logro
explicarme, consiguió tejer un compás. Un simple compás de una sinfonía
creadora. – Acotó el Archimago.
-Compás que fue capaz de darnos nuestra primera y única
victoria en esta guerra contra un enemigo que creíamos indestructible. –dijo
Sireneeth con su sonrisa nuevamente iluminada por la luz de la esperanza.
-La música que interpretó Dredilio Sonante… hizo llorar al
Devastador. Le hizo retroceder en su avance imparable por primera vez desde que
se manifestó hace más de una centuria.- Finalizó el noble elfo que se sentaba
en el centro de todos los demás.
Tras un momento de típica reflexión halfling, Tagg exclamó
entusiasmado:
-Así que, después de todo, sí tenemos un arma. Un arma
manejada por nuestro héroe nacional, el halfling más ilustre y máximo representante
de la música que tan poco gusta a su señoría el Archimago, quien por cierto, lo
considera “desafinado”.
Lechmaran tuvo que morderse los labios y soportar la burla
del ahora exultante Tagg, pero se repuso y agregó:
-Si, así era hasta hace poco. Dado que el extraño y único
instrumento mágico que el bardo utilizó para conjurar las Palabras Creadoras,
fue destruido por el mismo Dred cuando las fuerzas demoníacas se apoderaron de
él… y sin ese instrumento, no es capaz de recrear el Compás. Incluso la más
básica de las notas le es imposible. El bardo ya no existiría si nuestros mejores
sabios no hubieran logrado recuperarlo de la demencia en que lo hizo caer el
Devastador. Olvidó por completo como le atacó el enemigo y todo lo que hizo
bajo su influencia, incluso los días previos. Nos descuidamos y ahora… es
demasiado tarde.
Nimb entendió en ese momento que los elfos que raptaron a
Dred no pretendían lastimarlo. Buscaban liberarlo de la posesión de la que era
víctima. Por eso se había comportado tan extraño los últimos días en que fue
visto… pero ¿quién iba a saberlo? Por supuesto los halflings no lo sabían, pues
el mundo estaba casi a punto de extinguirse y ellos acababan de enterarse.
Nimb solo pudo reflexionar en voz alta:
- Entonces… está todo perdido. El instrumento mágico de Dred
no existe y mañana, es decir hoy, deberéis enfrentar al poderoso enemigo…
desarmados.
El diagnóstico era preciso, por lo tanto nadie agregó ningún
comentario, quedando la estancia de nuevo en silencio. Solo se oía de fondo la
música melancólica de las primeras aves cantoras que anuncian el amanecer, tal
vez por última vez en esas tierras. Todos en silencio… menos Tagg.
-Tal vez, eso no sea cierto del todo.
Las miradas de todos los elfos y el halfling presentes se
levantaron de súbito y se posaron expectantes sobre el hermano bocón.
Esta historia… continuará.